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Te cuento mi historia…

Mi nombre es Miguel Alvarado Ibáñez, migrante mexicano en Estados Unidos desde hace 22 años, y voy a contar cómo y por qué me surgió la idea de diseñar la estatuilla Bobblehead en honor al mejor Presidente de México.

El día que conocí al Presidente Andrés Manuel López Obrador en persona fue por allá de enero de 2008 en un mitin al que el ahora Presidente AMLO acudió en el municipio de Ecatepec, Estado de México, muy cerca del municipio de Coacalco, en el que mi señora madre vivía y al que tuve oportunidad de asistir en mi último viaje que pude hacer a México, ya encontrándome viviendo en California, Estados Unidos, como migrante. Al término del mitin y a su salida del mismo, en una Suburban color negra, pasó frente al lugar donde yo me encontraba apostado y al escucharme que le gritaba eufóricamente “¡Presidente, Presidente!”, pude observar que le ordenó a su chofer que se detuviera, y tuve la suerte de saludarlo de mano y de manifestarle mi admiración, respeto y confianza en su llegada a la presidencia algún día no muy lejano.

Años después, ya en los Estados Unidos de regreso, tomé la decisión de asistir a otro mitin al enterarme que visitaría una ciudad muy cercana al condado donde me encuentro viviendo. Fue el 20 de marzo de 2017 en la calle Mission, en uno de los barrios más representativos de la comunidad inmigrante mexicana en San Francisco, California, a la cual asistí con mi familia. Estábamos tan emocionados que no importó el poco espacio que había en aquel teatro donde se llevó a cabo la reunión informativa; nos sentíamos desbordados de emoción por poder estar presentes, no lo podíamos creer. En aquella reunión también estuvieron de oradores la supervisora del Distrito 9 de San Francisco, California, Hillary Ronen, quien lo llamó “El futuro Presidente de México“, y el ahora representante de México ante la ONU, Héctor Vasconcelos, entre otros. Intenté sin éxito acercarme al actual Presidente AMLO, pues como siempre había una valla humana cuidando que la gente del pueblo, que tanto lo amamos, no lo lastimara con el afán de acercarse a él con el único objetivo de tocarlo o saludarle. Lo único que pude conseguir, que no es menos importante, fue que me firmara el libro escrito por él, “2018 La Salida”, y que conservo con mucho cariño.

Fue entonces que supe que ahora sí esta tercera sería la vencida, que ahora sí llegaría a la grande, es decir, que ahora sí AMLO sería Presidente de México. Ahí, en ese teatro llamado “Gray Area/Grand Theater” de San Francisco, California, fue el momento que tomé la decisión de hacer algo en honor a él. No sabía todavía qué, pero en definitiva, su liderazgo me motivó a crear algo en su honor. Después de repasar varias opciones, me decidí por esta estatuilla estilo Bobblehead, estatuilla que casi todos los grandes personajes en Estados Unidos y algunos de otras partes del mundo tienen en reconocimiento a sus aportes en todas las áreas: económicas, culturales, artísticas y/o políticas, y nuestro Presidente no podría ser la excepción.

Sin ser un diseñador profesional, me di a la tarea de buscar opciones con ayuda de algunos expertos en diseño, y comenzó la maravillosa experiencia de la elaboración y diseño de este querido ejemplar. Con la ayuda también de un amigo experto en diseño, pude llevar a cabo mi sueño, sueño que por momentos llegó a ser un poco frustrante, pues en el proceso me encontré con algunos obstáculos, pero eso no me detuvo. Con todos esos obstáculos, no quise renunciar a ese sueño, motivado también porque algún día esa estatuilla llegara a manos del Presidente. Tampoco sabía cómo llegaría a él, sin embargo, así como tuve la suerte y la oportunidad de llevar a la realidad el diseño de esta estatuilla conmemorativa en honor al mejor Presidente de la historia, en el fondo de mi corazón sabía que en algún momento se haría realidad, que la estatuilla hecha a similitud de su imagen el Presidente la tendría en sus manos.

 Incluso, una vez que la tuve para su distribución en las plataformas de venta por internet más populares en México, intenté hacer contacto con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México para poder hacérsela llegar al Presidente López Obrador, pero me negaron la solicitud. Incluso les solicité un permiso para poder estar en el festival que se llevaría a cabo el 1º de julio de 2019, a un año de su triunfo en el Zócalo de la CDMX, para distribuirla en ese mismo evento, pero me dijeron que no era posible, pues ellos no podían apoyar a ninguna empresa privada.

A lo largo de estos seis años de su Presidencia, he tenido muchas satisfacciones al recibir comentarios muy positivos sobre el diseño de esta pieza única, y también me gustaría que muchas personas como yo, que admiramos al Presidente, la tuvieran en sus manos, pues es un pedacito de la historia que nos tocó vivir, y que algunos que se nos adelantaron ya no tuvieron la fortuna de verlo. Después de muchos intentos por distintos medios, incluso por algunos funcionarios de gobierno a los que me acerqué vía correos electrónicos y/o por medio de algunos amigos, intentando hacerle llegar al Presidente esta creación, no fue posible.

Un buen día, tuve la gran fortuna de hacer contacto con el gran periodista Hans Salazar, quien publicó un mensaje en sus redes sociales, Facebook para ser más exactos, en donde ofrecía sus medios digitales para ayudar a la comunidad a promover algún servicio o producto en pro del beneficio de sus seguidores. Entonces, yo levanté la mano y le dije que a mí me interesaba. Hicimos contacto e intercambiamos algunas impresiones; él mismo me hizo el comentario de que le gustaba mucho mi trabajo y que le haría mención al Presidente de esta pieza. Incluso me comentó días después que la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller había visto las fotografías de la estatuilla y le había gustado mucho, lo cual me hizo sentir muy feliz, pues alguien muy cercano al Presidente había sabido de esta pieza en honor a ese gran hombre.

Por un momento, pensé que hasta ahí había llegado mi intento por hacerla llegar a manos de quien me habría inspirado, pero mi afán de hacerle llegar una pieza física al Presidente no me dejó perder la esperanza de que algún día sería posible. Entonces, en enero de este año 2024, mis hijas andaban de vacaciones en México por primera vez en su corta vida, y se me ocurrió nuevamente hacer contacto con Hans Salazar, este gran periodista a quien yo le he llamado el “Periodista del Pueblo”, y le comenté que mis hijas estaban en México y que si habría oportunidad de que les ayudara a presentarse en Palacio Nacional para hacerle entrega de mi estatuilla al Señor Presidente. Clásico de un soñador, ¿verdad? Ja, ja, ja. Su respuesta fue con mucha amabilidad que eso sería imposible, pues había muchos filtros para entrar a la conferencia mañanera, pero que lo que podía hacer por mí, y por lo cual estaré agradecido eternamente con él, era que podría hacerle llegar una pieza de esta estatuilla conmemorativa al Presidente, pero nunca me imaginé que sería en vivo y en cadena internacional.

Fue entonces que acordamos la entrega de la estatuilla a él (Hans Salazar) y, con la ayuda de mi hermano Luis Alvarado, que vive en el Estado de México, le hice llegar un ejemplar de esta estatuilla. Y fue el 30 de enero de 2024, que en su mañanera del Presidente, Hans Salazar le hizo entrega de la estatuilla Bobblehead, y cuando me enteré por medio del mismo Hans Salazar vía Messenger, no lo podía creer. En ese momento recibí el mensaje a muy temprana hora de San Francisco, California, pues el uso horario era dos horas más temprano que la CDMX. En ese instante, estaba dejando a mi hija pequeña en su escuela, apagué el auto para ver el mensaje de Hans, y me paralicé por completo. Se me salieron las lágrimas de alegría al saber que finalmente el sueño que había comenzado muchos años atrás se había cumplido, gracias al Periodista del Pueblo, gracias a Hans Salazar por su gran humanismo y su compromiso con el pueblo, con la sociedad a la que él representa en cada intervención que tiene frente al Presidente, en sus ponencias cada que tiene oportunidad de transmitir nuestras necesidades y/o opiniones.

En este momento puedo decir: Misión cumplida, Señor Presidente, y gracias por haber aceptado mi obsequio, que con tanto cariño lo imaginé y diseñé, y que con tanto entusiasmo lo fui armando poco a poquito. “Gracias a la vida que me ha dado tanto”.