No nos pudieron arrebatar la primavera
Por: René González
No me acuerdo quien manejaba el auto, pero tengo muy presente que era un auto rojo y que una tormenta caía sobre las colonias, calles y ejes viales que desembocan en el sur de la ciudad de México. Paco Ignacio Taibo II o Paco Ignacio Taibo “segundo” viajaba en el asiento del copiloto y yo en el asiento trasero del auto compacto de algún camarada de la facultad.
La lluvia que despedazaba los cielos parecía un muro infranqueable para llegar a tiempo a la cita en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras, en Ciudad Universitaria de la UNAM, donde Paco Ignacio Taibo “dos”, daría una charla ante decenas de estudiantes que media hora antes de la cita ya abarrotaban el auditorio.
La conferencia se denominaba “Hacia Nueva historia y narrativa de la izquierda”, ocurrió el 29 de septiembre de 1998, organizada por el colectivo universitario Historia en movimiento, y si la memoria no me traiciona Paco Ignacio Taibo II leía en el camino -ajeno al trajín de la tormenta y a los avatares del conductor para sortear microbuses, charcos y baches-, el nuevo libro del enorme dirigente del movimiento estudiantil de 1968, Raúl Álvarez Garín, La estela de Tlatelolco, la reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, recién salido de prensa, pues nos encontrábamos en los albores de conmemorar 30 años del trágico 2 de octubre.
Curiosamente, durante esa charla en la UNAM que versó sobre los límites narrativos de la historia y la novela, y de cómo contar las historias de la vida real uniendo los documentos y evidencias de los hechos a través de la literatura, Paco Ignacio Taibo II comentó sus reservas sobre la aparente calma que rondaba la franca apatía, que se observaba durante su visita al campus de CU entre los chavos; en esos días los colectivos estudiantiles enfrascados en sus famosos cubículos preparaban con esmero la marcha en recuerdo de los 30 años sin justicia para los estudiantes del 68; entonces, el escritor ya entonces consumado por la saga del detective Héctor Belascoarán Shayne que había iniciado en 1976; afirmó que “bastaba una chispa para incendiar la pradera seca y que nunca había que subestimar la capacidad de lucha y movilización de los jóvenes”, como la de aquellos jóvenes de 1968 que despertaron y conmovieron al mundo entero.
Seguramente nadie de los presentes en el Salón de Actos en ese momento imaginó que esa chispa llegaría unos cuantos meses después cuando en febrero de 1999 el entonces Rector Francisco Barnes de Castro anunció que se cobrarían colegiaturas en la UNAM, lo que significaba su abierta privatización, y lo que generó el más largo conflicto en la vida de la institución, incluida una huelga de 9 meses que logró defender notablemente la gratuidad -en el momento más aciago de la noche neoliberal- a pesar de la toma de la UNAM por la Policía Federal Preventiva y de la represión con cárcel y persecución a cientos de estudiantes del Consejo General de Huelga, CGH.
Cuando íbamos de camino en el auto, Paco Ignacio Taibo II (se le llamaba Paco “segundo” porque su papá el gran escritor y periodista Paco Ignacio Taibo todavía por fortuna de la vida escribía sus columnas y hacia las delicias del lector con su caricatura El Gato Culto), haciendo pausas en la lectura que hacía del libro de Álvarez Garín me compartió una frase y unas ideas, habló de que para muchas generaciones se había pospuesto la primavera, se les había negado la primavera, es decir la posibilidad legítima de la juventud de asistir a un florecimiento libertario para el disfrute de una Patria justa y fraterna; y lo que el escritor comentaba dio pie a su libro publicado posteriormente en el convulso 1999: Primavera pospuesta : una versión personal de México en los 90.
El sopor de la lluvia citadina que levantó el calor al rojo de la tarde, nos condujo a lapsos de silencio (el tráfico estaba imposible), yo dormité, se me quedó grabada esa frase: la primavera pospuesta; y vaya que la vivimos en marzo y abril de 1999 cuando el gobierno neoliberal intentó convertir la educación pública en una mercancía. Pasamos a una tienda y compramos una Coca-Cola para el escritor.
23 años después de aquella tarde en el 2021 de la post pandemia -la primavera por fin había llegado a México con el triunfo del pueblo organizado en 2018-, y le pude comentar a un Paco Taibo sonriente que seguramente el detective Héctor Belascoarán viajaría en el Tren Maya al México profundo. Hoy los jóvenes reciben becas para no abandonar sus estudios por razones económicas y hay más de 200 nuevas universidades públicas en todo México; pero no habríamos llegado a esta espectacular obra colectiva sin la voz en tiempos de adversidades, de quienes -como a quien hoy se le llama simplemente Paco y dirige el Fondo de Cultura Económica que edita y publica tirajes masivos de libros a bajo costo para el pueblo-, nos alumbraron en épocas difíciles hacia el destino luminoso de esta nueva primavera.