Miles de mujeres indocumentadas en Estados Unidos viven atrapadas en una pesadilla sin salida: denunciar los crímenes golpes, agresiones sexuales, amenazas y arriesgarse a ser detenidas y deportadas, o quedarse en el silencio, donde la violencia puede terminar en muerte. Bajo la administración de Trump, el aumento en redadas del ICE y la complicidad con policías locales ha transformado el sueño americano en una trampa letal.
“Es probable que ahora esas mujeres mueran”, alertan organizaciones como Enlace Comunitario y NOW, quienes denuncian el efecto paralizante del temor en las víctimas que, pese a contar con derechos como la Ley VAWA desconocen cómo acceder a ellos o temen represalias. Quienes logran pedir ayuda encuentran barreras lingüísticas, culturales y el riesgo de redadas también en albergues y centros de apoyo, tornando cualquier intento de protección en una apuesta desesperada por la vida.
El panorama es desgarrador: para estas mujeres, la protección legal y la integridad física se colocan en un platillo, mientras la deportación y la muerte pesan en el otro. La pregunta es brutal: ¿vale la pena sobrevivir al infierno del silencio o lanzarse al abismo de una posible expulsión?
