La Fiscalía General de la República detonó una bomba silenciosa en Jalisco: más de 400 000 pastillas de fentanilo destruidas —junto con seis toneladas de precursores químicos— en un solo operativo coordinado entre autoridades federales, estatales y municipales.
Esa cifra (416 751 tabletas, además de casi 7 kilos en polvo) no es solo una estadística fría: representa un ejército de bombas de muerte —una generación de jóvenes expuestos, vulnerables, a un opioide 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más que la morfina. Cada tableta es una sentencia silenciosa: solo 2 mg pueden matar.
Los precursores destruidos incluyen sustancias como acetato de etilo, anilina, piperidonas y metilamina ingredientes esenciales en la fabricación de opioides sintéticos, metanfetaminas y fentanilo. El cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), señalado por el Tesoro de EU, habría sido pieza clave en este engranaje mortal que genera miles de millones de dólares para financiar redes violentas.
Las pastillas no siempre llevan “aviso mortal”: muchas aparentan ser oxicodona, Xanax o Percocet, engañando sin piedad a jóvenes que creen consumir medicinas. El resultado: 22 adolescentes mueren cada semana en EU solo por sobredosis de fentanilo. En México, Jalisco se convierte en el epicentro de una fábrica de muerte tableta tras tableta, generación tras generación.
- Prevención urgente: las escuelas, centros de salud y la Policía necesitan acceso a naloxona y pruebas de presencia de fentanilo.
- Educación real: no basta con hablar de drogas, es momento de explicar su engaño letal.
- Acción comunitaria: solo una sociedad movilizada puede detener este envenenamiento masivo.
Estos más de medio millón de dosis no solo destruidas, sino neutralizadas, representan un respiro momentáneo… pero la muerte se recicla sin cesar. ¿Cuántas vidas más antes de ver una transformación real? El fentanilo mata y mata rápido.
